Los reality muy a la 4ª T

Los reality muy a la 4ª T

Por: Salvador Hurtado

La cuarta transformación y los reality show tienen algunas similitudes. El gobierno ha  tenido como principal propósito volvernos un México expuesto y en muchos estados como el nuestro al borde de la locura, pareciera que deja de ser del tercer mundo a un país del cuarto. A punto de “entregar la silla” el licenciado (diría Chumel Torres) a la presidenta electa de origen judío, recibirá de esta gestión en la cual  ha imperado el caos en el sistema de seguridad, de salud, educación, la destrucción de empleos, el incremento de la pobreza y la desaparición de los órganos para no rendir cuentas. Algunos se preguntan ¿tan poca esperanza nos merecemos los mexicanos?.

Las jugadas de los concursantes de los programas tipo reality show no son espontáneas, como en la política, cuentan con muchos acicalados. Normalmente se ciñen a un guion, que busca generar en el público emociones que lo mantengan atado y enajenado a las difusiones sucesivas, caso semejante a la estrategia del gobierno con los apoyos sociales. Lo verdaderamente interesante es, como se ve, que la principal emoción tiende a provocar odio o desprecio hacia alguno de los copartícipes, como por las mañanas desde el pulpito de palacio, para aborrecer a los de antes siempre con la frase; “no somos iguales”. ¿Las consecuencias de los reality shows?;  Son regularmente con personas menos empáticas con los sectores más frágiles, esto lo reveló un estudio de investigación de este tipo de adiestramientos. Los reality shows distorsionan la forma en la que vemos la realidad. Por esta razón en ambos, su impacto en la vida de la gente es nada positivo.

Hay programas de encierro colectivo (como el famoso Big Brother),  la casa de los famosos, la academia, los concursos de cocina (como las distintas versiones de Master Chef), de citas (que van desde las versiones de 12 corazones, hasta Enamorándonos. ), algunos en la búsqueda de talento (a veces combinada con la convivencia forzosa y de otros tipos. Pero todos tienen guion y algunos elementos en común), en la política la convivencia forzosa en los congresos, gabinetes de los tres órdenes de gobierno, en los  institutos políticos donde es común el que se dan zancadillas con el propósito de estrechar la mano de su agorero,  también gustan de tomarse fotos con personajes de la prehistoria para demostrar que tienen musculo o bien de apantalla ignorantes, aunque esos dinosauros, nada hayan aportado en beneficio de la gente.

El primer elemento clave es el casting: encontrar participantes con personalidades contrastantes, pero que sean lo suficientemente dúctiles y dóciles como para ir pasando de la persona que son al personaje que el show les exige ser. Aquí la mayoría de los concursantes deben responder a un prototipo: el gandaya, el flojo, la intrigante, la fresa, el grosero busca bullas, el que golpea por la espalda, el hipócrita, el más traidor,… la idea es que haya una amplia gama de personalidades, aunque sean impostadas. Cuando los participantes son “medio famosos”, el asunto es más fácil, porque el público ya tiene una idea preconcebida de cada uno de ellos, solo que la mayoría la verdad son mundialmente desconocidos y hay que analizar su discurso, que no sea como el de algunos que al hablar parece que rezan pero en lo privado con sus iguales son unos farsantes y cobardes. El segundo elemento es la eliminación paulatina de contendientes, ya sea entre ellos, por decisión del mero chingón o, más comúnmente, por una combinación con votación del público televidente en el caso de los reality. La estrategia en la política, parece haber sido fusilada de estos genios del entretenimiento.

Y en prácticamente todos los programas hay unos o varios participantes-personajes que están ahí para ser odiados por la gente. Tienen una característica que los hace odiosos: son prepotentes, o presumidos, o tramoyistas, o tramposos, o excesivamente vulgares, o evidentemente manipuladores ¡ha pero eso sí! Aplauden como focas a la jefa o al licenciado. El concursante acepta estar ahí, a pesar de la mala fama que le acarreará, porque lo importante es que hablen de él, aunque sea mal. Tan es así que luego obtienen distintos tipos de contratos, igual que en la grilla y si no nada más vean que las características que se mencionan, los hay odiosos, presumidos, arrogantes, hipócritas, tramposos, ladrones, abusadores sexuales, mafiosos etc., en los reality, solo obedecen a la “Jefa so pena de que los expulse, en la política solo obedecen porque no le temen, le tienen pavor al licenciado, pero quien logra su bendición, podrá hacer cualquier fechoría, ocupara cargos, seguirá siendo mafioso y no pasara absolutamente nada .  

En distintos análisis de grupos focales, se descubrió que el momento de mayor gozo de parte de los espectadores es cuando, finalmente, el personaje odiado es desalojado del juego. Ese, más que el final, suele ser el momento cumbre del show. La palabra clave “ la alegría del mal ajeno”, la experiencia de placer que da el conocer la derrota o la humillación de otro. A menos autoestima, más probable que ocurra “la alegría del mal ajeno”; y es mayor cuando hay más identidad de grupo, rivalidad o sentimientos de enojo hacia la injusticia. “Ya le tocaba sufrir a esta persona mala, diferente a mí”.

Y que carajos tiene que ver este tema o porque lo relacionamos  con la política?. Se debe considerar que, si se toma en cuenta que la política es cada vez menos de proyectos y más de comediantes, menos de calle y más de pantalla (las acciones y supuestos logros se vuelven una especie de reality show). Puede parecernos menos extraña la llegada de políticos populistas al poder en las distintas regiones como en Michoacán. Una de las cosas que tienen en común en la política, es la creación de figuras prototípicas de malos y buenos, en donde lo importante no son tanto las propuestas, sino darles su merecido a los virulentos que están o estaban en el poder, en algunos casos como aquí: Se administran igual pensando en el trienio o sexenio venidero, para acabar con sus adversarios, inclusive a  sus propios compañeros de salón.

Por eso importan menos los resultados mensurables de un gobierno populista que el gozo “ la alegría del mal ajeno”, de ver cómo aquellos perdieron el poder, sus reales o supuestos privilegios, y ahora se quejan por todo. “Yo la paso igual de mal o peor, pero los que antes tenían poder ya no lo tienen y. “Eso me hace feliz”. En la medida en el que el placer por la derrota ajena sea superior al desagrado por la circunstancia propia (en la medida en que el odio supere a la razón), no importará si un gobierno populista es parcial o totalmente fallido. Si sabe mantener la tensión contra el enemigo interno, tendrá a “ la alegría del mal ajeno”, de su lado aunque haya estado por largo tiempo pegado a la ubre que ahora destruye, es mas aunque le parta el hocico al pueblo sabio y bueno.

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