POR: Erika Farías
Hoy, una vez más, La Ruana —localidad que aún sangra por el asesinato de Hipólito Mora— ha quedado a merced de la violencia. El escenario se repite: ráfagas de alto calibre, drones sobrevolando con propósitos criminales, pobladores tirados al suelo mientras graban su propia desgracia, y un gobierno ausente, sordo, ciego e indiferente.
En redes sociales, la desesperación de los ciudadanos se materializó en una publicación que, más que denuncia, fue grito: “Alerta Amber, buscamos al gobierno.” La ironía es cruel pero certera. Porque en La Ruana no hay presencia del Estado, no hay policía, no hay Ejército que defienda a los civiles. Hay puro miedo, puro fuego cruzado. Hay abandono.
Lo que ocurre hoy no es nuevo, es cíclico. Así como dejaron sola a La Ruana cuando mataron a Hipólito Mora, así la dejan ahora, bajo la disputa entre cárteles, sin protección institucional. Mientras tanto, los alcaldes callan, los gobernadores evaden y desde la federación se sigue construyendo la narrativa de que “no pasa nada”, de que “vamos bien”, de que “abrazos, no balazos” funciona.
No, no funciona. Y la gente de La Ruana lo sabe porque lo vive. Porque mientras los funcionarios celebran cifras maquilladas y discursos de éxito, los pueblos enteros se hunden en una guerra no reconocida. Hoy La Ruana vuelve a gritar. Vuelve a rogar. Y el Estado, otra vez, no contesta. Así es la tierra donde no pasa nada… hasta que lo graban los propios pobladores. La 4T prometió paz y justicia. Lo que ha entregado en lugares como este es abandono y silencio.
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