POR: Salvador Hurtado
•A mi querida Morelia:
•A sus destructores
Te conozco desde que nací, es decir, hace más de medio siglo. Por lo tanto, me viste dar mis primeros pasos por una de tus vecindades ubicada en uno de los más bonitos barrios de la soterraña. Fuiste testigo de los paseos que di acompañado de mi sombra, a veces iba delante, otras iba detrás, lloramos como cuando me le perdí a mi madre por el quiosco de la plaza de armas, muy cercana de la calle granaditas, la misma calle que desemboca con el templo de Cristo Rey, esa manzana, simboliza una parte de nuestra historia familiar. Entonces tenía 5 años y Morelia ya te amaba con locura. En esa época, nada me gustaba más que recorrer tus calles del Centro Histórico, en compañía de mi madre.
Gracias a doña Ene mi amada madre, conocí tus iglesias coloniales, tus plazas, tus monumentos y jardines. Una visita de rigor al centro histórico, era por ir al Monte de Piedad a empeñar la plancha, el radio o las colchas, momentos que aprovechaba para admirar de pasadita los maravillosos lotes de objetos varios. Allí, mi madre empeñó, decenas de ocasiones sus prendas. Ya con alrededor de 7 años, algunas tardes solía hacerme acompañar de algún amigo a los puestos de carnitas, frente a la iglesia del santo niño en el barrio Nicolás Bravo, a ganarnos o a pedir un taco de carnitas. Después nos íbamos al barrio a jugar al veli o a las puertitas.
Los sábados y domingos, solíamos ir cajón en mano a lustrar calzado y asistir, a un lado de la iglesia de Cristo Rey, en un saloncito habilitado para cine, y con lo ganado en la boleada, pagar la entrada y disfrutar con las películas del Santo, el Látigo Negro, los cuatro Juanes, el vampiro, de Tin Tan, Clavillazo, Resortes y otras que hacían reír u otras que nos ponían los pelos de punta. Cerrábamos el domingo por la noche, si la economía nos permitía pagar otros 20 centavos para disfrutar el cuento con el gran Cachirulo, ocurría esto, en el cuarto del más riquillo de la vecindad que tenía su impresionante televisión en blanco y negro de bulbos.
Cuando no podíamos darnos esos lujos por falta de centavos, pues a caminar unas cuadras, para terminar de conocer la impresionante y maravillosa Catedral de nuestra ciudad, con la satisfacción de encontrarnos también en medio de la majestuosa Plaza de Armas. En la actualidad, son notorias para quienes conocimos décadas atrás la ciudad, las mutilaciones que ha sufrido nuestra capital a través del tiempo, por causa de perversos ediles que la han gobernado en diferentes trienios, la mayoría cometieron saqueos, agravios, rapacidad y destrucción, han sido gobiernos de desacreditación y de nula honorabilidad. Muchos de los munícipes, se han enriquecido explicablemente, a causa de corruptelas, de saqueos y de hurtos al patrimonio histórico de la ciudad capital.
Sin ton ni son, ciertos munícipes pillos quitaron monumentos históricos como las tarascas originales, como el quiosco con sus adornos históricos desaparecidos incluida la estatua y el piso original de la plaza Melchor Ocampo. Es conocido por los que pertenecemos a la generación 70s y 80s, que los principales causantes de las mutilaciones a Morelia, paradójicamente fueron algunos de sus presidentes municipales, fueron en su actuar lo que generalmente indica el mal uso de su autoridad y los derechos que se les confío, así como la autoridad relacionada con su estado oficial, aprovechando en solo oportunidades, direccionadas para su beneficio personal, contrario a la ley y los principios morales, nunca demostrados en sus ejercicios. Infinidad de obras de arte emblemáticas que existieron en varios puntos de la ciudad, leones, águilas, serpientes, además de objetos y piezas de museos, incluyendo la casa de cristal que se ubicó donde los cenadores…
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