“El Papa nos llama a esperar la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana. Jesús desea la paz a cada familia, a cada comunidad, a cada país. Ha puesto como tema de la Jornada «La buena política está al servicio de la paz». La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción”, así lo expuso en su mensaje de año nuevo el Arzobispo de Morelia, Carlos Merlos Garfias.
En efecto dijo, la función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad. El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana.
Resaltó que en la política desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella.
La Iglesia proclama «el Evangelio de la Paz» y por ello debe estar abierta a la colaboración con todas las autoridades para cuidar este bien universal tan grande. Es hora de diseñar una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, armoniosa y sin exclusiones, apegada a la verdad y al bien de las personas.
Urge una cultura del diálogo social para alcanzar un acuerdo para establecer un pacto social y cultural. Ciertamente al Estado compete el cuidado y la promoción del bien común de la sociedad. Sobre la base de los principios de subsidiaridad y solidaridad, y con un gran esfuerzo de diálogo político y creación de consensos, desempeña un papel fundamental, que no puede ser delegado, en la búsqueda del desarrollo integral de todos (EG 238-240). Pero la paz nos toca a todos, cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la paz.
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