¿Verdad o Mentira?

¿Verdad o Mentira?

Por: Salvador Hurtado

La lectura popular: Leer es un hábito que debería estar asociado con el placer. Es por eso que lo primero que se sugiere leer son temas que realmente interesen y con los que se sienta uno identificado e involucrado. No iniciar ¡nunca! con los clásicos de la literatura universal que muchos ni lo entienden, pero si lo presumen. Hay que iniciar por un texto más ligero, temas que llame la atención, que se plasme en principio la cultura nacional.

Leer lo clásico de la lectura popular mexicana hace desarrollar nuestro pensamiento y personalidad. Hace que entendamos mejor a nuestra sociedad y si de verdad se descubre que hay mucho cerebro, pues ha desmenuzar  otras culturas y otras  filosofías. Gracias a la lectura, interpretaremos mejor nuestra idiosincrasia y el porqué somos lo que somos.

Y es que parece ser que llegó el hartazgo en millones de personas, lo que se publica día con día sobre los monólogos desde el púlpito de Palacio Nacional que no son más que cortinas de distracción, las tan trilladas y manoseadas consultas sobre la dizque revocación al mandato del Presidente; las discusiones de legisladores para alargar dos años al presidente del STJ; y la de juicio a los expresidentes entre otras mafufadas, que le sirve al sistema, como antídoto de enajenación a la sociedad y pasen desapercibidas las necesidades prioritarias del país.

Leer sobre nuestra cultura ancestral, es una actividad apasionante y de suma importancia para la formación de un criterio sobre nuestra idiosincrasia; pero también es importante para pasar un buen rato en soledad y beber una taza de café. Leer es experimentar instantes en el presente y prepararse para las complejidades del futuro.

En lo personal hemos  leído con profundo interés a Renato Leduc sobre todo sus relatos de crítica vividas desde que fue telegrafista con Pancho Villa, y de ex -presidentes hasta Luis Echeverría. También he disfrutado algunos libros de José Agustín de este los temas de la «Contracultura» y, su trilogía de  «Tragicomedia Mexicana», de Armando Ramírez los libros «Noche de Califas» y «Chin Chin, el Teporocho».

He presumido que a Renato Leduc, circunstancialmente tuve la oportunidad de conocerlo, solía ser el centro de un público de colegas suyos en el restaurante el «Tragadero» en la cerrada de San Agustín,  periodistas, contertulios como él, fue un dos de noviembre, previo a la tradicional corrida de toros en la Monumental, al parecer a eso vino por invitación de «tundeteclas» como Rodolfo Ramírez, Arturo Bravo, Efraín Vargas, Baltazar Z. Herrera, no aseguramos si estuvo su hermano Chey, Gilberto Chávez Valencia, el maestro Zepeda y otros más.

Por aquel tiempo, conocimos a la crema y nata de los periodistas de la época debido a que el maestro, Efraín Vargas, realizaba trabajos de su profesión como pintor, caricaturista y escritor en la Comisión Forestal del Estado, donde lo visitaban con cierta frecuencia sus colegas del gremio periodístico.

Estuvimos en la Comisión Forestal como  estudiante meritorio y en las bohemias, de estos grandes periodistas michoacanos, fui el «anda trae pero en chinga»; de mandadero pues. Emocionado y boquiabierto por la fluidez asombrosa de su crónica de más de tres cuartos de siglo vividos a través de México y  algo de Europa, Renato Leduc me impactó y desde entonces lo he admirado como a nadie hasta la fecha.  Si me lo permiten, en días próximos citaré algunos temas de ese fenomenal poeta, escritor y periodista.

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