INE; ARTIFICE DE LA DICTADURA PERFECTA

INE; ARTIFICE DE LA DICTADURA PERFECTA

POR: Efraín BARRERA MEDRANO

La resistencia de los grupos conservadores para apoyar la reforma electoral de AMLO, se explica en buena medida por el pánico que les genera perder para siempre el control del INE; una institución que ha sido utilizada históricamente para convertir, mediante protocolos legales, triunfos electorales del PRI y el PAN en derrotas del pueblo; cuestión que fue determinante para su permanencia de 70 años ininterrumpidos en el poder nacional. El control de esta institución ha sido un factor extremadamente estratégico que permitió a las elites políticas neoliberales diseñar una ingeniería electoral lo suficientemente camuflajeada como para garantizar la hegemonía de un partido y, en el mejor de los casos, una alternancia convenida; simulando, en todo momento, una apertura democrática inexistente, o sea, un gatopardismo institucionalizado que garantizaba   cambiar para seguir iguales.

Las reformas electorales realizadas a la constitución y secundarias en diferentes momentos de nuestra historia nunca recogieron, en esencia, las aspiraciones del pueblo de México;  fueron pálidas reacciones del estado ante movilizaciones sociales de la catadura del 2 de octubre del 68 en Tlatelolco ,  del jueves de corpus el 71, de las guerrillas de los 70, s de Genaro Vásquez y Lucio Cabañas en guerrero, de  la liga 23 de septiembre en jalisco, de  la elección del 88  y de la insurrección zapatista del 94 en Chiapas ; movimientos que fueron acompañadas, también, de traiciones oficiales y brutales represiones.

Las insurrecciones y rebeliones populares se fortalecieron frente a la cerrazón de un gobierno que desoía los planteamientos sociales y descartaba, en automático, la vía pacífica para alcanzar acuerdos que condujeran a una mayor apertura democracia en la competencia político-electoral y una mayor justicia social desde el ejercicio de gobierno.

Con mucha nitidez, en una frase contundente lo describía el líder vitalicio de la CTM, don Fidel Velázquez: “no podemos perder con papelitos lo que ganamos con las armas”; de tal suerte, que la vía de los votos estaba absolutamente cancelada en los esquemas mentales de los lideres conservadores de aquella época; esa visión tiránica se ha preservado y ha sido   la razón de la lenta evolución de la transición en México y, sin duda, lo que provoco los baños de sangre en esos aciagos años de la guerra sucia.

La década de los 70, s fue paradigmático en la lucha social mexicana; fue cuando se desnudó al régimen autoritario y se adiciono, de igual manera, una gran dosis de concientización al pueblo; eso detono la preocupación real de la clase política priista para proponer los primeros esbozos de una reforma más profunda en la que se fortaleciera la pluralidad y se equilibraran las reglas de la competencia electoral.

Luego de la elección de José López Portillo, cuya jornada fue de mero formulismo, (fue el único candidato registrado en ese proceso) había necesidad de legitimar y dar credibilidad a los procesos electorales posteriores. En 1977    se le ocurrió la genial idea a don Jesús Reyes Heroles de agregar el registro condicionado y se estableció el umbral del 1.5 % de votación válida para que los partidos ganaran el derecho a existir, también en esa reforma nacen los diputados plurinominales (figura hoy en día muy pervertida) cuya justificación de motivos fue darles voz a las minorías, que en teoría se oía muy bien.

Esta reforma surtió un efecto inmediato y 2 años después ya existían nueve partidos políticos con lo cual se fortalecía la pluralidad política y la competencia electoral; de acuerdo a esa ley tendrían voz y voto en la entonces comisión electoral.  Esto era muy arriesgado porque   trastocaban estructuralmente la conformación del órgano electoral y las decisiones estarían literalmente en manos de la oposición, peligro que no podían correr de ninguna manera la clase gobernante.

Bajo esta premisa y ante el inminente riesgo de perder el poder con la salida de Cuauhtémoc Cárdenas, Miguel de la Madrid propone una nueva reforma en 1986; con el evidente propósito de antagonizar el contenido de la anterior, agregando el criterio de proporcionalidad en la conformación de los comités electorales; lo que significaba una regresión y ponía, otra vez al PRI, en evidente ventaja.

La creación del colegio electoral, fue otra graciosa ocurrencia que se adiciono en esa misma reforma, cuyas funciones eran validar políticamente y de forma inapelable las elecciones en las que ellos mismos habían participado (para ripley), era obvio que nadie se daría con una piedra en la cara; lo cual tiraba por los suelos los avances logrados en la anterior ley. Con esta reforma se organizaron las elecciones de 1988 que culminaron en un monumental fraude avalado por el órgano electoral (se le cayó el sistema a Manuel Bartlett), cuya victima principal fue la democracia mexicana.

Desde entonces, estos malabares fueron sistemáticos en cada reforma electoral; pues en cada paso hacia adelante, se daba otro en sentido contrario, con el evidente propósito de garantizar los mecanismos de control necesarios y no perder el monopolio del poder público. 

            La reforma del 96  fue considerada como la madre de todas las reformas  y sucedió durante el gobierno de Ernesto Zedillo; se contemplaron algunas propuestas de la oposición en el sentido de  sacarle  las manos al poder ejecutivo y legislativo del órgano electoral , además de ponerle  a los consejeros el adjetivo de “ciudadanos” para  empujarlo nomas poquito hacia la ciudadanización que resulto ser, en los hechos, una partidización triangulada del órgano electoral(los consejeros ciudadanos eran nombrados por  las fracciones representados en la cámara) situación que prevalece hasta la fecha.

Estas medidas fueron insuficientes; estaban lejos de garantizar equidad en la competencia electoral, sobre todo, por la impunidad con que se manejaban los recursos  públicos para favorecer a los candidatos oficiales y  por las aportaciones oscuras de   empresas o personajes anónimos, dinero que se utilizo habitualmente para compra de votos;  los neoliberales mexicanos y extranjeros  operaron en México con absoluta discrecionalidad y sin arbitraje alguno;  se daban el lujo de perder hasta el voto del pueblo, pero NUNCA el poder y sabían que, para ello, necesitaban dos herramientas primordiales: el control del órgano electoral y la mayoría calificada de ambas cámaras, porque al final de la jornada no ganaban pero arrebataban bajo la complicidad de los poderes nacionales.

Lo que paso el 2018 fue absolutamente extraordinario por la circunstancia política desfavorable para la derecha y desplome total de la credibilidad de           EPN por los escándalos de corrupción.  Si le agregamos la masiva cantidad de votos captados por AMLO y la pulverización de los votos otorgados al resto de los partidos se deduce que no hubo márgenes de maniobra para que el IFE ahora INE buscara algún mecanismo aritmético o político que le permitiera revertir el resultado y cometer otro fraude como si lo hiso en 1988, 2006 y 2012.

  Hoy en día, la actuación del titular del INE Lorenzo Córdoba Bianello y del consejero Ciro Murayama, demuestra ante los ojos de México, una evidente parcialidad en su desempeño como árbitros electorales; un pragmatismo pervertido y un anclaje ideológico con un régimen anacrónico que se resiste a morir por todos los medios, que no obstante haber perdido el gobierno el 2018, aún conserva poderosos tentáculos dentro de los poderes formales y facticos, que se aferran al pasado de privilegios y atoran, deliberadamente, el avance democrático y la verdadera ciudadanización de este órgano colegiado. 

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